Sesión núm. 43
‘Pariente’, un western colombiano
La ópera prima del director santandereano
Iván Gaona narra el mundo campesino desde un ángulo que se aleja de los
dramas veredales, sacando a flote una trama de hombres desencantados por
la realidad que les toca vivir.
Por
Mariana
se prepara para su matrimonio con Réne, si bien su amor incondicional
es el primo de este, Willington, camionero y dj. A medida que el músico
procura recuperar su amor por medio de serenatas frustradas y su
conocimiento melómano, el pueblo se convulsiona por la aparición de un
ladrón de gallinas y una serie de asesinatos que recuerdan los tiempos
violentos de la autodefensas.
Esta
ópera prima sorprende por los riesgos tomados en la musicalización y
construcción de los personajes. Por ejemplo, en la primera escena, que
recuerda a películas como No Country for Old Men o
a series del oeste norteamericano, un viejo en apariencia inofensivo le
descarga el tambor de su pistola a un joven suplicante. Las luces de
una camioneta alumbran la carretera, donde el cuerpo inerte es dejado a
su suerte. No cabe duda que Pariente
recoge ideas un poco trilladas del cine colombiano, pero destaca sobre
otras películas por las cualidades de un guión original. Hombre frívolos
repiten líneas de la cultura popular con notables momentos de
reflexión:
- ¿De qué habla la música ranchera o la norteña?
- De traición. - Pero la música romántica también habla de traición.
- Eso es muy diferente. Los que gustan de la música ranchera están resignados con la traición, pero los que cantan música romántica están arrodillados, pidiendo que los perdonen.
El
director recurre a las virtudes del actor natural para recrear un
ambiente auténtico. Los acentos duros, cantados, los modismos sociales
que solo se aprenden por la repetición diaria o se heredan de los
padres, conforman un universo puramente santandereano. Dos meses de
preparación actoral a cargo de Gaona y la productora Diana Pérez Mejía
fueron suficientes para que en 34 días de rodaje en Güepsa, Santander,
se concretara una historia con un lenguaje narrativo pocas veces visto
en el cine nacional.
La banda sonora, compuesta por Edson Velandia,
se inspiró en dos líneas narrativas: “En Willington, quien además de
ser volquetero es dj, amante de las baladas setenteras y ochenteras que
siempre pone en su camión y en las fiestas donde lo contratan para poner
la música. Esa es la primera línea, la del triángulo amoroso entre
Willington, Mariana y René. La segunda es la que tiene que ver
con la historia paramilitar y ese fantasma oscuro de fondo”. Una
musicalización consecuente con escenas de suspenso, lentitud y
sorpresivo repentismo de clásicos vaqueros.
Previo a su estreno en el BIFF, el largometraje se presentó en el Festival de Cine de Venecia y en el de Toronto.
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