- Dirección, producción y fotografía: Jorge Andrés Giraldo Antía; Guión: Carlos Rodríguez Aristizábal, Jorge Andrés Giraldo Antía
Reproducimos la carta de Carlos Rodríguez
Aristizábal
Guionista, montajista y
asesor de Nueve Disparos.
EL DÉCIMO DISPARO
Carlos Rodríguez
Aristizábal
Con el sorpresivo premio
del Festival Internacional de Cine de Cali a Nueve Disparos, tuvimos
ocasión de sumar un disparo más al camino de esta película, un
disparo sanador.
Hace pocas semanas,
varios meses después de su estreno fuera de competencia en el
Festival Internacional de Cine de Cartagena de este año, donde fue
maravillosamente acogida por el público y la organización del
certamen, participamos en competencia en la Muestra Internacional de
Documental de Bogotá –MIDBO-, en la sección Espejos Para Salir
del Horror. La larga y consolidada trayectoria de esta muestra,
además de su rigor, nos hizo emocionar cuando supimos de nuestra
selección.
Realmente llegamos a
pensar que obtendríamos algún reconocimiento: en las cuatro
proyecciones que tuvimos sentimos de nuevo la conexión de la
película con el público. Llantos contenidos, exclamaciones, risas.
El silencio que siempre sigue a cada proyección y luego el estruendo
de los aplausos y los comentarios.
La noche de premiación,
cuando anunciaron que el premio en nuestra categoría lo otorgaba el
Centro Nacional de Memoria Histórica, supe de inmediato que no
tendríamos ningún reconocimiento. Este relato de un joven de
escasos recursos que se convierte en Infante de Marina y casi pierde
la vida en un atentado, no podía ser premiado por ese centro en este
momento. Era demasiado, y de alguna manera lo entiendo.
Ese es justamente el
valor de Nueve Disparos, el ser un relato incómodo que no admite
leerse desde el confort de los juicios establecidos.
En todo caso salimos
devastados, había sido mucho el esfuerzo para llegar hasta ahí. Una
película que parte de un trabajo de grado del que fui director, en
el que me impliqué con Jorge, el entonces estudiante y hoy director
de la película, hasta el día de hoy, mucho tiempo después de haber
cumplido con los requisitos académicos. Sin presupuesto, sin una
productora detrás, sólo con un inicial apoyo de la Universidad
Javeriana de Cali. Raspando los bolsillos para acompañar a la
película en cada proyección.
Con un contexto social,
político e institucional complejo, que por momentos nos hacía
sentir que la película se nos iba de las manos, temiendo que cayera
en el pantano de polarización que actualmente vivimos los
colombianos.
Insistentemente he
salido, como un chiflado, antes o después de cada proyección, para
explicar que la película nace de un trabajo académico, que
absolutamente ninguna institución del estado ni de las Fuerzas
Armadas tuvo que ver con su producción, que no es la historia de un
héroe de la patria herido a causa de su servicio, sino de un joven
de barrio de escasos recursos, rebelde y talentoso, que no puede
continuar con su vocación y termina en la guerra como una opción
laboral y de movilidad social. En su caso fue la Armada, pero es la
misma historia de muchos de los jóvenes que terminan en otros
bandos. Como un loco he repetido eso mil veces, inútilmente tal vez,
pues sé que la lectura de una obra depende tanto del texto como del
contexto. Y es al contexto a lo que
más temía.
Para el Festival
Internacional de Cine de Cali, a la semana siguiente de la MIDBO,
seguíamos magullados. En uno de los eventos académicos a los que
asistí, escuché decir a una prestigiosa autoridad del documental en
Colombia, refiriéndose subrepticiamente a la película, que ya los
militares estaban haciendo relatos cínicos desde la derecha:
historias de soldaditos. Chascarrillos de esa calaña sitúan
irresponsablemente a Nueve Disparos en un campo minado.
Durante el mismo simposio
estuvo la directora paraguaya Paz Encina, quien nos conmovió
hablando del proceso de realización de su película Ejercicios de
Memoria, donde trabaja con los denominados Archivos del Terror
elaborados por los militares durante la dictadura de Stroessner en
Paraguay, para hurgar en la memoria de la familia de Agustín
Goiburú, desaparecido por el régimen del dictador.
Nuestra película también
está basada en el archivo, en el archivo familiar elaborado por la
madre de un joven problemático que se convierte en militar.
Aumentaban mis temores
con la manera como la
película iba a ser leída.
Asistimos, discretos, a
las dos proyecciones programadas durante el festival. Nuevamente
la reacción del público,
los llantos y las preguntas emocionadas durante el foro. Dudé mucho
si asistir al evento de clausura, prefería que asistiera Jorge como
director pero tuvo un inconveniente que se lo impidió. Era tanta la
incomodidad y malestar que sentía que decidí pensarlo un poco más
contando con que la premiación sería después de la proyección de
la película de clausura Vientos de la Habana. No fue así y mientras
rumiaba mis dudas un buen amigo, que seguía el acto por streaming,
llegó hasta la casa gritando: se lo ganaron, se lo ganaron. Sólo
hasta media hora después supimos que ganamos el premio “María”
a Mejor Película Colombiana.
Aún cuesta creerlo:
compitiendo con 7 películas más de la calidad de Señorita María:
la falda de la montaña, Amazona, Yo Lucas, La defensa del dragón.
Las otras no las he visto aún.
Más que el
reconocimiento cinematográfico, que nos llena de satisfacción, es
el aval que este premio le otorga a este relato en un momento tan
complejo social y políticamente. Espero que ayude a anclar el lugar
de enunciación de Nueve Disparos en lo cinematográfico y en los
relatos sobre la memoria – no en la Historia- de lo que hemos
vivido como país.
Parece, pues no estoy muy
al tanto, que jurídicamente es controversial la inserción de los
militares heridos en la categoría de víctimas. Aunque Jorge lo
menciona en su narración, la tesis es otra. No es una verdad
jurídica lo que la película busca, sino de otro tipo: para el lugar
desde el que intentamos hablar, Jorge no es víctima por los disparos
que recibió, lo era desde antes por la desigualdad y la injusticia
social que siguen campeando en Colombia. Lo es por el reparto de
roles que el orden económico mundial hace entre países. Lo es de la
misma manera que lo son los jóvenes que empuñan las armas de los
otros muchos bandos que se enfrentan en nuestro territorio. Como lo
es también su madre, víctima del orden patriarcal y de la pobreza,
quien produjo casi la totalidad de las imágenes de la película
durante más de 35 años. Mujer en la que es posible ver a todas las
madres que ante la ausencia de oportunidades deben enviar sus hijos a
la mutilación o la
muerte.
Nueve Disparos está
construida como una fábula, pues más que hablar de la situación
social y política de Colombia entre 1980 y 2017, habla de madres que
producen la carne de cañón para la guerra; de sociedades que, como
Saturno, devoran a sus propios hijos. Y lo hace desde lo específico
del relato de Jorge Andrés: un Infante de Marina de la Armada
Colombiana que sufrió un atentado de las FARC.
El premio otorgado por el
Festival Internacional de Cine de Cali, simbolizado por ese precioso
objeto elaborado por el artista caleño Oscar Muñoz a partir
fotogramas de María, la primera película rodada en Colombia, cierra
un tramo de un camino que ha sido difícil y lleno de dudas, noches
en vela, ansiedad. Una digna película de SINCINCO, el Sindicato de
Cineastas Colombianos, según una de las geniales ocurrencias de Luis
Ospina, director del festival.
Sospechaba que el premio
lo había otorgado un jurado internacional, pues me resulta aún
difícil creer que un jurado nacional se atreviera a premiarla en
este momento de posturas radicales. Al indagar por la composición
del jurado supe que lo conformaron un nacional y dos internacionales.
Entre éstos la cineasta paraguaya Paz Encina, la misma que me había
conmovido con su ponencia sobre Ejercicios de Memoria. La alegría no
podía ser mayor, ni la tranquilidad.
A Jorge Andrés mi
agradecimiento por permitirme acompañar y guiar este proceso, mi
reconocimiento a su valentía para enfrentarse a un camino que lo
comprometía emocional, personal, familiar y profesionalmente de un
modo bastante complejo. Y mi deseo que esto sea la continuación de
un camino en lo creativo y lo audiovisual, que nunca debió
truncarse. Gracias a Luisa por estar en el proyecto al lado de Jorge
durante el trabajo de grado, por ser su escucha, apoyo,
interlocutora. A María, sin comillas, por hacer lo mismo conmigo y
por mucho más.
A los que nos abandonaron
cuando más los necesitábamos, gracias por aligerar el equipaje. A
los que sonrieron maliciosamente, a los que nunca creyeron, a los que
se lavaron las manos, a los que se callaron y miraron para otro lado,
a los que juzgaron y prejuzgaron, a los que intentaron ponerla a
jugar del lado de sus ambiciones profesionales, a los que hicieron
comentarios mezquinos, pusilánimes, malintencionados; gracias por
hacernos más fuertes y tercos. No pudieron poner ese décimo disparo
en la película.
Ese disparo estaba
reservado para la cámara de Doña Blanca Antía, madre de Jorge,
quien es la mayor responsable de todo esto. Suya es la foto que
acompaña este texto, una foto que en mí tiene un efecto sanador,
con un subtexto que grita que sí valía la pena esta empecinada
apuesta a una sola carta.
Cali, noviembre 18 de
2017.
Carlos Rodríguez
Aristizábal
Guionista, montajista y
asesor de Nueve Disparos.
Director del trabajo de
grado de Jorge Andrés Giraldo Antía y Luisa Fernanda Pérez Pulido,
del que surge la
película, elaborado para la carrera de Comunicación de la
Pontificia
Universidad Javeriana de
Cali.