domingo, 8 de enero de 2017

11.02.2017. "Sangre y tierra". Resistencia indígena del Norte del Cauca


El departamento del CAUCA ubicado en el corazón del macizo colombiano (RegiónAndina), afronta una situación de orden público en estado de emergencia. En dicho territorio se agrupan las principales problemáticas que padece el resto del país. Entre ellas: conflicto armado, narcotráfico, desplazamiento forzado, producción de biocombustible, megaminería, lucha por el territorio, la autonomía y la conservación de los pueblos originarios. La lucha del movimiento indígena del CAUCA es un referente de resistencia a lo largo de la historia de Colombia y del continente.

NASA SIGNIFICA HUMANO, es un proyecto fotográfico y audiovisual desarrollado principalmente en el Norte del Cauca y Bogotá D.C. Está compuesto por distintos momentos de la lucha del movimiento indígena ante el proceso de  Liberación de la Madre Tierra” en el 2015, la defensa por la autonomía del ejercicio pleno de la jurisdicción especial indígena y la movilización social, como también de diversas manifestaciones de la cosmovisión del pueblo Nasa.



Desde 1492, la resistencia indígena en el continente americano se ha convertido en un instrumento de preservación y lucha por la defensa de su territorio, de su pensamiento ancestral, formas propias de gobierno, su cosmovisión y cultura propia. La resistencia del pueblo Nasa frente a todas estas formas de sometimiento se inicia en el año 1535, uniendo voluntades con los demás pueblos para resistir de forma material y espiritual.

Desde entonces, la resistencia indígena en el continente americano se ha convertido en un instrumento de preservación y lucha por nuestra existencia como pueblos, acudiendo al pensamiento ancestral para consolidar formas propias de gobierno, fundadas en la cosmovisión y cultura propia.

Las comunidades indígenas Nasa que habitan la zona norte del departamento del Cauca, ascienden a 110 mil habitantes que habitan los territorios en los que se conserva producción de recursos hídricos, que es utilizada por los ingenios azucareros de la zona, sin una redistribución de los recursos que recompense la conservación y posibilite formas de vida digna para las comunidades.


 Las tierras que se están liberando son tierras indígenas ancestrales que luego de largas y permanentes luchas durante la conquista y la colonia, los pueblos indígenas, en particular, el pueblo Nasa, logró defenderlas y en el Siglo XVIII finalmente se volvieron resguardos reconocidos por títulos y documentos legales. Estas mismas tierras fueron usurpadas en la república como haciendas de gamonales y luego por el agronegocio en manos de unas pocas familias y de intereses transnacionales, como monocultivos de caña de azúcar. El pueblo Nasa, al igual que afro-colombianos, fue despojado con toda clase de artimañas y violencias de estos territorios.
En 1971 empiezan las recuperaciones, como se llamaban entonces, recogiendo y rescatando el legado de Manuel Quintín Lame, un líder indígena Nasa cuya lucha abre el camino por el rescate de los territorios y de la dignidad. A partir de 1971, con el nacimiento del Consejo Regional Indígena del Cauca (CRIC) en Toribío, se recuperan 120.000 hectáreas de tierras que vuelven a sus legítimos dueños como resguardos. Desde entonces se viene insistiendo y luchando por el “Saneamiento” de estos resguardos, incluido el reconocimiento legal de estas tierras comunitarias colectivas y el respeto por estos territorios y sus pueblos. Esta primera etapa se fundamenta en un principio esencial: “indio sin tierra es indio muerto”. Se trata entonces de conseguir Tierra para la Gente. 



A partir de la década de los 80 y una vez se vienen consolidando los resguardos en territorios recuperados, se prosigue con Gente para la Tierra”, con énfasis en consolidar autonomía y formación de los pueblos y procesos en los territorios recuperados. Se destaca allí el liderazgo del sacerdote Nasa Álvaro Ulcué Chocué, quien fuera asesinado.
A raíz de la masacre el 16 de diciembre de 1991, en la finca El Nilo, ubicada en el Resguardo de Huellas Caloto, en la que fueron masacrados 20 indígenas entre adultos, jóvenes y niños, y la decisión adoptada la Comisión Interamericana de Derechos Humanos de ordenar al Estado Colombiano reconocer su responsabilidad y a modo de reparación, la entrega de 15.663 hectáreas de tierra plana durante tres años, siendo adjudicadas en 14 años el 50%, situación que conllevo a que el 16 de diciembre de diciembre de 2014, la comunidad indígena Nasa decidió recuperar las tierras que les fueron arrebatadas, en las fincas Miraflores, García Arriba, García Abajo, la Caucana, El Cultivo, Quebrada Seca, Granadita y la Emperatriz.
Se ocupa por primera vez tierra de una multinacional. INCAUCA, una transnacional de Carlos Ardila Lülle, uno de los hombres más ricos del país y miembro desde Colombia de élites transnacionales. INCAUCA es un emporio que incluye ingenios productores de derivados del azúcar de la caña -etanol-, articulados a empresas diversas que incluyen medios comerciales de comunicación dominantes (RCN), fábricas de bebidas gaseosas y muchas otras.
Actualmente las comunidades indígenas del norte del Cauca continúan con el proceso de Liberación de la Madre Tierra pese a las constantes amenazas a sus líderes, comuneros asesinados por manos del Estado y cientos de heridos resultado de las arremetidas por parte de la fuerza pública.

SANGRE Y TIERRA: Resistencia Indígena del Norte del Cauca, Colombia TEASER (Proyecto: NASA SIGNIFICA HUMANO) from entrelazando on Vimeo.

PORQUÉ LIBERAR LA MADRE TIERRA

 1) Porque somos parte de la tierra, a ella le pertenecemos y debemos nuestra existencia, y antes que colombianos, somos originarios de estos territorios y esa es nuestra razón de ser y existir.

2) Porque somos los cuidadores y protectores de las lagunas, paramos, ríos bosques, biodiversidad y demás recursos necesarios para la vida de los pueblos, en esta generación y para el futuro.

3) Porque vivimos y guardamos la memoria de los 20 hermanos masacra- dos el 16 de diciembre de 1991, en la finca El Nilo, los más de 100 del Naya y los 13 en Gualanday, Corinto.

4) Porque los gobiernos han incumplido reiteradamente los acuerdos firmados con los pueblos indígenas, campesinos y demás pobres de Colombia.

5) Porque en Colombia nunca ha existido una reforma agraria para indígenas y campesinos, por el contrario, el desconocimiento de las leyes aprobadas con tal propósito, ha configurado una verdadera contrarreforma agraria y ha exacerbado el despojo y la concentración violenta de su tenencia.

6) Porque la tierra está en manos de unos pocos privilegiados a costa de la miseria y padecimiento de las grandes mayorías.

7) Porque nuestras tierras son erosionadas, de vocación forestal y depósitos de agua, fuente de vida para los pueblos y recurso vital para la agroindustria de Cauca y Valle.

8) Porque necesitamos tierras aptas para mejorar nuestra economía, garantizar nuestra existencia y crear mercados solidarios que conduzcan a la soberanía alimentaría y a la superación de la violencia que soportan nuestros pueblos.

9) Porque la vida, la historia y nuestra gente, reclaman la recuperación de lo que es nuestro, de lo propio y de lo que se nos ha despojado.

Por eso, luchar por la tierra no es un problema ni un deber solamente de los indígenas, sino un mandato ancestral de todos los pueblos, de todos los hombres y mujeres que defienden la vida. Porque solo en la lucha para poner en libertad a nuestra madre recuperamos la dignidad, alcanzamos la justicia y la equidad, y caminamos la palabra que defiende la vida.


En Colombia, particularmente en la región andina, la historia ha jugado un rol primordial en la reconfiguración identitaria. En efecto, la movilización de las comunidades del departamento del Cauca, durante las últimas cuatro décadas, es indisociable de una interpretación consciente de su pasado, que permitió reconstruir una identidad y una tradición de lucha, que estaban completamente fragmentadas a comienzos de los años sesenta. El objetivo fue el reestablecimiento de un hilo conductor entre las movilizaciones del presente y las tradiciones de resistencia del pasado y, en un plano más general, la construcción de una conciencia étnica fundada en la memoria.

La historia dejó entonces de ser historia pasada y se convirtió en historia-viva, historia-herramienta, historia para el presente. Su importancia en el proceso de reconstrucción identitaria quedó claramente consignada en el punto sexto del programa del CRIC aprobado en 1971: “Defender la historia, la lengua, y las costumbres indígenas”

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